
Fin de vacaciones de verano y ya estoy sintiendo una cosa rara en la guata mezcla de nerviosismo y vacío que se triplica con relación a los fines de vacaciones de años anteriores. Cada vez que terminaba un año me proponía que iba a salir, que la iba a pasar la raja y que me iba a reventar en vacaciones, pero como siempre, las fantasías te juegan chueco, y me quedaba la mayoría de los dos meses de vacaciones sentado frente al computador jugando el juego revelación del año. Panorama Looser al máximo.
Pero pasó algo diferente este año. Empecé las vacaciones carretiando en una fiesta reventada de tóxica, que a pesar de uno o dos vomitadas en el patio, estuvo muy pero muy buena. Y ese no fue el final, le siguieron al menos diez de esas. Como que cuando uno pasa a cuarto medio se abren todos los candados mentales psicoanalíticos freudianos y te dan ganas de entregarte al mundo, a succionar al máximo tus vacaciones: después de todo son tus últimas vacaciones tranquilas. Este año se da la PSU, lo que equivale a tener el poto en la mano por casi un mes, y si te va bien, viene el escándalo de postular.
Cuarto medio es como pasar de la burbuja del colegio a la burbuja pre-adulta, una burbuja con responsabilidades serias, pero (generalmente) con tus papás siempre para salvarte al primer condoro que te mandes. Cuarto medio es cumplir dieciocho, la ansiada mayoría de edad, que en definidas cuentas da lo mismo.
La mayoría de edad es solamente un trámite legal, la posibilidad de manejar y de votar. Eso y nada más. Nuestro deseo de hacer cosas de adultos profanó el ideal ancestral de tener dieciocho. Mi abuelo me contaba con lágrimas en los ojos que el mismo día que cumplió dieciocho pudo ir a comprar cerveza al negocio de la esquina y después ir a sacar licencia de conducir para ir a “taquillar” con las “chiquillas” en el escarabajo “top” de su “taita”. Yo a los 12 años compraba pisco en el mismo negocio, que ahora era botillería porque los “niños” preferían una botella de vino a un bowling o un frugielle.
Y como le pasa también a todas las generaciones, estoy esperando la liberación hormonal típica de un alumno de cuarto medio. Esa explosión de ganas de pololear. Ese show de los pololeos nunca imaginados ni planeados: El reventado con la cartucha, el pastelón con la mina rica, el “finito” con la maquina sexual de turno…etc.
Esta etapa es como una preparación a la universidad idealizada, donde se supone que hay ríos y ríos de minos y minas de revista elle que retozan en los prados de las facultades bailando al desenfrenado ritmo de una orgía descomunal. Yo tengo la suerte de tener dos hermanas en la universidad que están tratando de sobrevivir en la jungla universitaria (valga la redundancia) y lo único que se rescata del ideal universitario son los prados y los fumadores de hierba (que a propósito te la venden y no te la regalan como dice don Graff). Lo demás es todo producto de la imaginación.
Mi abuelo me dijo que lo que se me venía ahora era la preparación para mi futuro, que tenía que pensar como adulto y que tenía que tomar responsabilidades y que pensara en estudiar mas tarde y que primero me pusiera a trabajar. Pero para mí que está vendiéndome la mula para que me ponga a trabajar y lo mantenga porque nunca fue capaz de juntar plata para su vejez. Mi abuelo es como un galán sin futuro que se hizo viejo muy rápido y que todavía no ha tenido tiempo de mirarse al espejo porque está muy ocupado alegando en el INP.
Pero en fin, esto se trata de mí, de mi “Futuro”. Y como se trata de mi futuro voy a ponerme algunas metas, no pescar a mi abuelo y evitar a toda costa ser como él…Abuelito, con todo respeto.
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